sábado, 13 de octubre de 2012

Homenaje.


Este cuadro siempre me produjo cierto desasosiego por esa actitud tan piadosa de sus personajes. Actitud que asocié al respeto y homenaje a la tierra que les daba el alimento y la vida, representado en una oración que se mascullaba íntimamente a la hora del ángelus.

Casualmente encontré una historia que parece un pequeño cuento.

Al parecer., Salvador Dalí, extrañamente conmocionado por el cuadro, intuyó que debebía haber algo más tras esa imagen y la reprodujo como las ruinas de dos colosos que un diminuto adulto muestra a un diminuto  niño.

Tiempo después tras examinar el cuadro de Jean François Millet con rayos X, se descubre que bajo el saco de patatas, junto a la horca del labrador, se aprecia el ataúd de un niño. Millet quiso esconder este detalle que por entonces no era del gusto público.

Desde mi punto de vista hay dos cosas a resaltar. Una, lo que se esconde a la vista, pero que se percibe sin saber lo que es y se aprecia solo con la emoción o conmoción. Se puede entender el agradecimiento a la tierra por el fruto del trabajo que es el alimento de ese saco de patatas, pero esa devoción va más allá, en efecto, hay algo más que vuelve a la tierra y la tierra recibe, esa es la segunda.