sábado, 24 de julio de 2010

Paisaje

Me gusta mi ciudad y sus gentes. Madrid es una ciudad bella y luminosa y sus pobladores suelen ser amables y educados, al menos esa es mi percepción después de muchos años viviendo aquí.

Claro que hay excepciones, como siempre ocurre en casi todo y hay lugares o "paisajes" y "paisanajes" que se parecen más a los mostrados por la anterior pintura negra de Don Francisco de Goya que a las caras amables y dulcificadas por el buen talante y bondad con que esta ciudad nos suele regalar.

Así que para no olvidar que este lado negro no ha dejado de pervivir desde los tiempos de Don Francisco, probablemente enquistado en pequeños grupos que deben compartir un mismo cerebro, cito algunas de las frases que un prestigioso profesor de filosofía publicaba recientemente en un diario de amplia difusión:

"De la palabra latina mores (costumbres) procede nuestro término moral. El conjunto de las costumbres y normas de un grupo o una tribu constituye su moral. Cosa muy distinta es la ética, que es el análisis filosófico y racional de las morales. Mientras la moral puede ser provinciana, la ética siempre es universal. Desde un punto de vista ético, lo importante es determinar si una norma es justificable racionalmente o no; su procedencia tribal, nacional o religiosa es irrelevante. La justificación ética de una norma requiere la argumentación en función de principios generales formales, como la consistencia o la universalidad, o materiales como evitar el dolor innecesario......"

"...Aquí apenas hubo Ilustración ni pensamiento científico, ético y político modernos. Muchos de nuestros actuales déficits culturales proceden de esa carencia..."

Y aludiendo a Goya continúa:

"Las series negras de los disparates, los desastres de la guerra y la tauromaquia nos presentan el más crítico y descarnado retrato de la España negra, un mundo sórdido, oscuro e irracional de violencia y crueldad, habitado por chulos, toreros, verdugos, borrachos e inquisidores."

Personalmente tiendo a pensar que cada vez queda menos de esta España negra que pintaba Goya, pero también es cierto que algunas veces se la descubre bajo el disfraz de elegantes políticos o pacíficos y laboriosos paisanos. Basta con atender con un poco de sentido crítico a la sarta de barbaridades que profieren amparados por un engolado y normalmente etilizado espíritu jocoso, mediante el más soez, ramplón y fútil de los lenguajes. Heraldos de la destrucción de la convivencia, la solidaridad y la civilización no merecen nuestra atención si no es por accidente.

Por mi parte esto solo me afirma en continuar construyendo los tres principios citados en el párrafo anterior y dejar que la propia hiel que destilan estos personajes ancestrales acabe con ellos.